En la vida plena no se trata de rechazar o derribar sino, con lo mismo que
se tiene, construir y crear un mundo nuevo, una mirada nueva. Porque cuando
ponemos nuestra atención en lo constructivo, lo malo se cae por su peso, deja
de tener su público o su alimento.
Como en el relato en el que un sabio dice que tenemos dentro dos lobos
luchando, uno bueno y uno malo. Cuando le preguntan qué lobo ganará, contesta
que aquél que nosotros alimentemos.
La vida plena forma parte del horizonte de libertad donde todo cabe y nadie
es marginado ni juzgado. Donde mi meta ya no será tener la razón sino vivir con
consciencia para poder saborear este mismo momento con todo lo que supone de
regalo: ver, sentir, respirar. Lo más básico es lo más grande.
Es todo un camino de vuelta a casa el que me espera, desde las periferias
en que me muevo hasta mi mismo centro que es mi hogar universal.
Dice Gandhi: “La vida me ha enseñado
que el mundo está feliz, si yo soy feliz.” Eso es lo que tengo que cuidar,
la alegría de mi espacio interior, que es donde me muevo en consciencia y
libertad.
La vida plena se realiza momento a momento, con humildad y confianza,
teniendo la seguridad de que todo lo que necesitamos ya lo tenemos, porque
nunca hemos estado abandonados a nuestra suerte sino llevados con infinita
ternura en el regazo divino.
Es la misma vida plena la que nos empuja desde dentro a realizarnos y
descubrir el alma de cada momento.
1 comentario:
Vida plena. Alguien dijo que El era la vida. Pasar de que sea un pensamiento a una vivencia es una experiencia de fe
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