miércoles, 15 de febrero de 2017

La vida plena

En la vida plena no se trata de rechazar o derribar sino, con lo mismo que se tiene, construir y crear un mundo nuevo, una mirada nueva. Porque cuando ponemos nuestra atención en lo constructivo, lo malo se cae por su peso, deja de tener su público o su alimento.
Como en el relato en el que un sabio dice que tenemos dentro dos lobos luchando, uno bueno y uno malo. Cuando le preguntan qué lobo ganará, contesta que aquél que nosotros alimentemos.
La vida plena forma parte del horizonte de libertad donde todo cabe y nadie es marginado ni juzgado. Donde mi meta ya no será tener la razón sino vivir con consciencia para poder saborear este mismo momento con todo lo que supone de regalo: ver, sentir, respirar. Lo más básico es lo más grande.
Es todo un camino de vuelta a casa el que me espera, desde las periferias en que me muevo hasta mi mismo centro que es mi hogar universal.
Dice Gandhi: “La vida me ha enseñado que el mundo está feliz, si yo soy feliz.” Eso es lo que tengo que cuidar, la alegría de mi espacio interior, que es donde me muevo en consciencia y libertad.
La vida plena se realiza momento a momento, con humildad y confianza, teniendo la seguridad de que todo lo que necesitamos ya lo tenemos, porque nunca hemos estado abandonados a nuestra suerte sino llevados con infinita ternura en el regazo divino.

Es la misma vida plena la que nos empuja desde dentro a realizarnos y descubrir el alma de cada momento.

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

Vida plena. Alguien dijo que El era la vida. Pasar de que sea un pensamiento a una vivencia es una experiencia de fe

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