Voy por la vida pensando que
me falta algo y que tengo que llegar a algún sitio, sin embargo ya lo tengo
todo. Me asusto si pasan los días sin sentir, ni soñar. Necesito mi anhelo, que
es el que me indica el camino.
Tengo sed. Siempre la sed me
impulsa a caminar, a buscar, a silenciarme y saborear. Pero mi corazón hay
veces que se vuelve insensible, de piedra, sobre todo cuando las prisas, los
agobios y el estrés me alejan de mí.
Me reconforto siempre con el
apoyo de una mano, de un abrazo, con la mirada única y amorosa que me mira a
través de todos los ojos y me ama en todos los corazones.
En este caminar errante,
siempre me sereno cuando me alcanza la paz y me recargo cuando camino con amor
y también con humor.
Sé que mis seres invisibles,
los que tanto amo pero ya no veo, en todo me ayudan y me miman. Sin duda, me
hacen más fácil el camino.
A veces me voy por las ramas
y me quedo por los alrededores de mi persona. Siempre me recupero si en esta
larga noche, que es mi único y gran día, pongo mi atención en el misterio de
amor en el que existo y siento en mis entrañas una caricia y un te quiero.
Bendigo mi amada sed que es
mi oración verdadera, donde me encuentro con el Otro, que también está
sediento, en la misma medida que lo estoy yo.
En ese diálogo íntimo que es mi
mágico alumbramiento divino, poco a poco me voy silenciando y voy
desapareciendo yo, con todas mis exigencias, y solo queda Luz.
1 comentario:
Sólo queda luz si me voy silenciando
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