domingo, 8 de enero de 2017

Caminar errante

Voy por la vida pensando que me falta algo y que tengo que llegar a algún sitio, sin embargo ya lo tengo todo. Me asusto si pasan los días sin sentir, ni soñar. Necesito mi anhelo, que es el que me indica el camino.
Tengo sed. Siempre la sed me impulsa a caminar, a buscar, a silenciarme y saborear. Pero mi corazón hay veces que se vuelve insensible, de piedra, sobre todo cuando las prisas, los agobios y el estrés me alejan de mí.
Me reconforto siempre con el apoyo de una mano, de un abrazo, con la mirada única y amorosa que me mira a través de todos los ojos y me ama en todos los corazones.
En este caminar errante, siempre me sereno cuando me alcanza la paz y me recargo cuando camino con amor y también con humor.
Sé que mis seres invisibles, los que tanto amo pero ya no veo, en todo me ayudan y me miman. Sin duda, me hacen más fácil el camino.
A veces me voy por las ramas y me quedo por los alrededores de mi persona. Siempre me recupero si en esta larga noche, que es mi único y gran día, pongo mi atención en el misterio de amor en el que existo y siento en mis entrañas una caricia y un te quiero.
Bendigo mi amada sed que es mi oración verdadera, donde me encuentro con el Otro, que también está sediento, en la misma medida que lo estoy yo.

En ese diálogo íntimo que es mi mágico alumbramiento divino, poco a poco me voy silenciando y voy desapareciendo yo, con todas mis exigencias, y solo queda Luz.

1 comentario:

Fr. Simón dijo...

Sólo queda luz si me voy silenciando

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