miércoles, 2 de noviembre de 2016

Te hice a ti

Hay un Padre, Madre, Ser divino que nos pide una y otra vez que nos ocupemos de nuestros hermanos más necesitados. Lo podemos comprender perfectamente porque en cualquier familia los padres se vuelcan con sus hijos más desfavorecidos o problemáticos.
Los seres humano-divinos se ocupan de los más débiles. Y tenemos voces que nos lo recuerdan, por ejemplo la de Jesús: “Atiende a tus hermanos”, “Da sin esperar nada a cambio”. Lo que la naturaleza no puede dar, lo da el corazón lleno de ternura de las personas, pero a veces necesitamos avisos que nos lo recuerden, porque es complicado ponerlo en marcha, incluso puede ser caminar contracorriente.
El mensaje de Jesús y de tantos otros es que cuidemos a todos los que lo necesitan, que pasemos por encima de nuestros egoísmos y vivamos en la naturaleza del amor que es nuestra casa auténtica, donde nos sentimos realmente bien.
La vida cuida de todas sus criaturas, nos pone en las entrañas las ganas y la garra necesaria para que a todos llegue la ternura divina que nos recorre como una corriente eléctrica.
Hay un relato que dice: “En la calle vi a una niña temblando de frío y sin nada que comer. Me enfadé y le dije a Dios: -¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces algo para remediarlo? Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche me respondió; -Ciertamente lo he hecho: te hice a ti.”
“Te he hecho a ti”, es la respuesta cuando le preguntamos qué hace para evitar tantos males. Somos sus enviados, en los momentos más conflictivos y en los seres más desfavorecidos.
Contamos con la fuerza de su amor. Somos sus pies, sus manos, su corazón.
Que se note su presencia.
Que yo no te tape la luz,
que yo no te quite la vida,
que yo no te corte las alas,
que yo no te ahogue en un pozo profundo,

que yo sea tu amiga.

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