domingo, 17 de julio de 2016

Abandono



Hay una preciosa oración de Foucauld:
“Padre mío,
me abandono a ti,
haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.”
Lo que significa esta oración es un ideal a conseguir para mí. Es ese “hágase tu voluntad” que rezo a veces rutinariamente, sin ver el alcance de su significado.
Abandonarme, dejar de poner en primer lugar mis exigencias, mis gustos, mis vanidades, dejar mi superyó a un lado para poder disfrutar plenamente de todo lo que la vida me enseña en el día a día de las pequeñas cosas. Sé que es inalcanzable pero conviene poner metas altas para llegar a dar minúsculos pasos.
No sé si estoy dispuesta a aceptarlo todo con plenitud, con decisión y alegría, “haz de mí lo que quieras” es fácil de decir pero complicado de vivir.
Un requisito básico para caminar en este terreno es estar enamorado: de la vida, de la hierba verde y las pequeñas piedras, del techo estrellado y los amaneceres de oro. Amar la alegría que nos visita, la bondad que nos inunda. Bendecir cada parte de nuestro cuerpo que posibilita que estemos vivos. Cada célula es una perfecta obra de artesanía, cada respiración nos pone en contacto con el misterio.
Aunque no viva plenamente el contenido de esta oración, sé que conviene que la repita una y otra vez, porque lo que digo lo atraigo. Mis palabras tienen el poder de abrir mundos por explorar, y de convocar a todas las energías para que me ayuden.
Repetiré las palabras de la oración, me las grabaré en la mente y en el corazón y esperaré pacientemente que vayan haciendo su efecto en mí.
Y todo lo que me suceda estará bien.

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