domingo, 17 de abril de 2016

Reconciliación



Dice L. Évely: “La reconciliación conmigo mismo es una condición previa a nuestra reconciliación con la naturaleza, con los demás y con Dios.” Está todo tan relacionado que es lo mismo cuidar de mí mismo o de la naturaleza, de mi hermano o de mi Dios.
A veces puede ser difícil entender esto porque para explicar la vida hemos hecho partes bien diferenciadas: yo, tú, él y ello. Así está muy clarito, no se nos vayan a confundir o liar los esquemas.
Nos hemos atado a demasiadas seguridades, porque así estamos más tranquilos. Si es blanco no puede ser negro, eso lo entienden todos. Sin embargo, la vida está llena de mezclas y de matices.
El hermano es él y a la vez soy yo. Por tanto, mi bienestar coincide con el bienestar del que tengo al lado. Yo misma soy naturaleza, entonces no puedo hablar de ella desde fuera, soy parte integrante.
Y mi huésped divino actúa y se manifiesta a través de todas mis células, lo necesito para estar y sentirme viva. No soy nada sin él.
Conclusión, yo soy Yo, soy Tú, soy Naturaleza, soy Dios. Y todo ello a la vez.
Con esta teología de andar por casa, al final lo que importa es esa reconciliación o relación amistosa conmigo misma y con todo, ponerme a la escucha de mi propia vida y de todo lo que me sucede, que me está queriendo decir algo.
Buscar la sencillez, hacer un trabajo de desmontaje y desaprendizaje para acceder a lo único necesario, ser consciente de la bendición de la vida, saber que soy amada y regalar mi alegría al mundo, porque las personas y los paisajes necesitan mi cariño y yo el suyo.
Ese cariño es mi camino.

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