Se habla mucho del desapego. Como
una condición necesaria para el crecimiento personal. En qué consiste.
El corazón busca lo que no cambia,
lo que permanece siempre, pero se siente amarrado a lo cambiable. Cómo dar el
salto de lo que vemos a lo intangible y perdurable. Cómo vivir sabiéndonos ya en
otra orilla.
Busco en internet: “Practicar el desapego no significa
desprendernos de todo aquello que nos es importante, significa básicamente
saber amar, apreciar e involucrarnos en las cosas desde un punto de vista más
equilibrado y saludable, liberándonos a su vez de esos excesos que nos ponen
cadenas y que nos amarran. Que nos cortan las alas.”
Se trata de “volar” sobre los
acontecimientos: ni quedarnos instalados en los triunfos, ni nos impida ser
feliz cualquier piedra del camino.
Hay una frase, sacada de los
relatos antiguos, que nos puede ayudar para distanciarnos de lo que ocurre,
porque nos hace ser conscientes de lo efímero de la vida: “También esto
pasará”. Se puede aplicar a todo, nos sitúa en el mundo real.
Tan solo permanece el Ser Divino.
Ahí tenemos puesta nuestra mirada y buscamos caminos hacia él, iniciamos sendas
largas y, a veces, equivocadas. Decía San Agustín: “Tú estabas dentro de mí, y
yo por fuera te buscaba.”
Cada uno tiene su propio proceso
en este mundo, no se puede acelerar ni detener, hay que respetarlo. Es muy
importante aprender a soltar, a fluir, para dar la bienvenida a todo lo que nos
llega y cuando algo termina, dejarlo ir, sin aferrarnos a ello.
Siempre contamos con la ayuda de nuestro
Director de Orquesta que está al tanto de cada detalle y nos espera en cada esquina,
en cada bifurcación.
Todo es pasajero pero todo es
importante, porque nos sirve para estar vivos en el mundo.
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