miércoles, 20 de enero de 2016

Y comencé a caminar



Celso Navarro: “Sentir ese anhelo que nos habita. Es la voz de nuestro interior, que nos da paz pero que no nos deja en paz. Está ahí continuamente empujando. Si no la ahogamos con compensaciones ni la acallamos con nuestro ruido escucharemos su voz que nos anima a cruzar a la otra orilla.”
A mí no me deja en paz. Por la mañana temprano ya me “agarra de las solapas” y me dice: sígueme, indaga, pregunta, mira, descubre, ahonda en ti misma, busca mi presencia en todo.
Me insiste en que encuentre el sentido en todo lo que haga. Entonces, con ese empeño, hasta las cosas más rutinarias adquieren importancia. Siempre son por y para algo.
Mi objetivo, que es ser consciente, lo tengo claro. El tiempo se me acorta a pasos agigantados, a mí y a todos. Lo que no llego a conseguir en ocasiones, es relajarme y respirar confiadamente, porque pienso que todo depende de lo que yo haga. Y claro, es demasiada responsabilidad.
Pero las pequeñas victorias de cada jornada me devuelven la calma y me traen esperanza nueva.
Aunque mi interior es un desierto, algunos brotes de agua hay, de los que bebo con deleite y me impulsan a continuar.
Mi camino está diseñado para mí, y ahí recibo mi formación como persona. Necesito cada hora y cada minuto, de cada día, hasta que se me acabe el tiempo. Ningún acontecimiento cae en saco roto, porque todos están estratégicamente colocados, por eso doy la bienvenida a las alegrías y a las penas, a los éxitos y los fracasos. Todo me sirve y alimenta.
Realmente no entiendo la vida, pero en este barco estoy. Alguien me llamó y pronunció mi nombre, entonces se me abrieron los caminos que pasan por el nacimiento y por la muerte. Y comencé a caminar. Después llegó el momento en que comencé a agradecer.

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