Gabriela Mistral: “El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamarse así: “El que Sirve”. Y
tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy?”
No es tarea fácil el servir. Me
obliga muchas veces a salir de mi comodidad y mi egoísmo. En primer lugar he de
bajar del pedestal en el que tengo tendencia a subirme: mi yo más
autosuficiente y engreído. Aunque trate de disimularlo, me suelo dar la razón a
mí misma.
También tengo que decir que se me
ha dado un impulso natural de ayudar al que lo necesita. Ese impulso me lleva y
me trae por donde quiere, sin que yo sepa muchas veces dar explicación exacta
de por qué hago lo que hago.
Teniendo ese impulso natural que
se nos regala es más fácil ponerse al servicio de lo que va viniendo.
Esos dones que nuestra misma
naturaleza nos presta nos ayudan a vivir y convivir, por eso son
imprescindibles.
Eso quiere decir que tengo en mí
misma todas las herramientas y todos los remedios que necesito. Mi preciada
carrocería no está desasistida. No me vienen mal los cursos gratuitos que
recibo con el devenir de la vida para utilizar correctamente mis recursos.
Alguien programa mi formación
permanente y mi aprendizaje, sin que yo mueva un dedo.
Aquel-que-Sirve está a mi
servicio. Si lo experimento, automáticamente yo me pongo al servicio de Todo,
sin tener en cuenta mi mayor o menor capacidad o habilidad. Con lo que tengo.
Ese pegamento universal que es el
Amor ya va apañando los desperfectos y arreglando lo que vamos descomponiendo.
Soy consciente de que si me puedo
poner al servicio de los demás es porque en mi misma esencia está El-Único-que-Sirve.
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