miércoles, 30 de diciembre de 2015

Sagrado



La vida es sagrada y todos sus momentos también. Ponemos barreras cuando hacemos distinción entre “sagrado” y “profano”.
Todo es sagrado porque estamos inmersos en el misterio de la creación que nos une con el creador. El hecho de estar aquí supone una relación completa, profunda y perfecta con aquello que nos da la vida.
Y qué quiere decir exactamente sagrado. Buscando en internet: relativo a la divinidad, que inspira respeto, sirve de refugio contra el peligro. Digno de veneración, relativo al culto divino, inmodificable.
Cuántas veces en las religiones se sitúa a lo profano enfrente de lo sagrado, en oposición.
Si yo me doy cuenta de todos los privilegios que se me conceden, hasta en las acciones más pequeñas me alineo con lo más grande. Si no me doy cuenta es porque he cerrado mi espacio interior y hasta mis poros y no dejo que se vea y que brote aquello que ya está en mí.
La Biblia lo dice: Todos somos sacerdotes, profetas, santos, reyes. Eso es lo que significa ser sagrados.
Soy persona humana sagrada porque realmente yo vivo en un lugar que no tiene materia, que se sitúa donde me llevan mis pasos, en el que me acompaña toda la tierra y todos mis espíritus y mis personas amadas. Es un lugar siempre de encuentro, conmigo misma o con otros, en el que suceden cosas maravillosas porque estoy inmersa en la belleza y la bondad. Y en el que solo me sirve la alegría y el agradecimiento.
Es un lugar llamado Dios. En cada aliento yo lleno mis pulmones con su luz y su energía y su bendición oxigena mi sangre, y se extiende por todas mis células. Por eso de mi boca siempre salen alabanzas.

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