Pablo d´Ors: “La vulnerabilidad es nuestra fuerza, ese es el misterio. Solo en un
corazón de carne, no en uno de piedra, puede palpitar la Vida, necesariamente
frágil. Solo la carne endeble y vulnerable, es el pequeño y gran escenario de
la eternidad.”
Qué extraño es pensar que nuestra
fuerza nace en nuestra misma debilidad y que en nuestra imperfección reside la perfección.
Dos caminos se entrecruzan a diario, el
divino y el humano. Tanto se entrelazan que no acertamos a adivinar cuál es la
línea divisoria entre uno y otro. También puede ser que no haya separación, que
lo mismo que es humano ya sea divino al mismo tiempo. Así se entiende mejor,
porque aquello que es creado y mantenido en la existencia es una joya de
precisión: la tierra, las galaxias, los seres humanos. Son una obra perfecta,
aunque nos cueste aceptar nuestro deterioro y la desaparición de este escenario.
Somos maleables, se nos puede moldear
de un modo u otro, cambiamos continuamente de aspecto físico y de parecer y
nuestro nivel de conciencia también cambia, es decir nuestra naturaleza nunca
se está quieta.
Sin embargo en nosotros se asienta lo
que es eterno y nos visita como algo pequeño y sin importancia, como una
palabra más, un gesto más, una emoción más. Con un trasfondo de alegría que
impregna todo lo que nos va sucediendo, porque todo lo sentimos como un
designio de amor sobre nosotros.
Si soy consciente de que en mi mismo
espacio de debilidad actúa y se mueve lo más poderoso, descubriré que mi piel
siempre estará fundida con la misma piel de Dios. De qué me tengo que
preocupar.
Como dice el evangelista: “estad
siempre alegres, nada os preocupe”, porque somos el pequeño y privilegiado escenario
de la vida eterna y única.
No hay comentarios:
Publicar un comentario