Me ensimismo, mejor sería decir
“enmimismo”, cuando me impaciento y desespero, cuando pongo yo los tiempos y
los espacios para que la vida se realice y pretendo llevar las riendas de todo
cuanto sucede.
Cuesta un montón dejarse a un lado
a uno mismo y decir sencillamente: “hágase o amén”, y con ello reencontrar la
alegría de aceptar, sabiendo que haga lluvia o sol, será lo correcto.
Mi coach personal, mi Espíritu, me
entrena, me prepara y me indica el camino. Yo doy pasos torpes hacia todos lados
y en algunos recodos veo la luz. Es suficiente. Como decía Hildegard: “El
Espíritu recuperará el sitio que le corresponde en nuestro interior, la vida
desbordará de dones, y torpemente, pero sabiéndonos muy amados, encontraremos
nuestra integridad y nuestro gozo.”
Sí, estoy “enmimismada”, centrada solo
en mis deseos, en lo que quiero, lo que tengo y lo que me gusta. Y no veo más
allá, pero mi coach lo sabe y me espera a pesar de mi ceguera y mis egoísmos. Y
siempre me gana la partida. No hay un equilibrio de fuerzas: él puede más.
Mejor estar centrados en lo
principal y vivir en contemplación continua y agradecida. Dice Pema Chodron que
meditar “es ser donde estés, como estés”. Y para ello no hace falta sentarse o
aislarse, se puede vivir las 24 horas en meditación y consciencia.
El desprendimiento de las cosas que
nos molestan y nos impiden ser, es un aprendizaje de por vida.
Dice el Papa que “ser feliz es
reconocer que vale la pena vivir la vida, a pesar de todos los desafíos,
incomprensiones y períodos de crisis. Y ser capaces de encontrar un oasis en lo
más recóndito de nuestra alma.”
Al entrar en ese oasis nos damos
cuenta de que estamos en las mejores manos, que nuestra faena es muy sencilla:
dejarnos querer y no entorpecer las buenas corrientes de energía que nos dan la
vida. Sentirnos arropados siempre.
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