domingo, 6 de septiembre de 2015

Con todo mi respeto




Con todo mi respeto y pidiéndole perdón a Santa Teresa de Jesús, me atrevo a aproximarme a sus relatos, y hacer un comentario a través de mis reflexiones y poemas.
La Santa nos habla del castillo del alma, nuestra persona es la casa de Dios, y dice cómo el Señor mismo llama al alma de su extravío en el mundo exterior, cómo le atrae más y más hasta que él pueda unirse con ella. Nos habla de las habitaciones de ese castillo, las moradas. Hay una estancia central donde Dios habita, y todos vivimos un proceso de acercamiento y de concienciación, a través de 7 moradas. Yo añadiría que mi vida tal como está sucediendo es la única vía de acceso para mí al infinito y a la trascendencia o lo que es lo mismo: a esa Realidad que vive a través de mí y en todo cuanto existe, es decir “mi vida es la puerta” de ese castillo.
En la primera de esas estancias habla del conocimiento de sí mismo que es el primer paso para acercarse gradualmente a Dios. Dice que al entrar en ella, “entran tantas sabandijas, que ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar”.
Nos podemos imaginar que esos animalillos representan tantos lamentos, temores, envidias y preocupaciones que nos roban el sosiego interior.

“A veces doy gritos de dolor,
gritos sin voz.
Mis fantasmas se vuelven contra mí
y me amenazan.
El suelo ya no está bajo mis pies,
me tambaleo.
Mis creencias me han dado la espalda,
me han desnudado.
Entonces arrastro mi humanidad
torpemente,
sin rumbo claro y sin meta,
y lanzo al vacío mis certezas.
Solo queda flotando mi quejido,
dónde estás,
dónde me esperas.

Para todos los que hemos nacido, hay un momento de desesperación y angustia vital, ante la pérdida de los seres queridos y el misterio que encierra la muerte. Las “sabandijas” de la desconfianza y el miedo nos quitan la paz. Aunque hay mucha luz, nosotros llevamos “tierra en los ojos”, como dice la Santa.
Pero no perdamos la calma porque la acción de Dios es imparable y su ternura, infinita.

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