Conforme avanzan las moradas entramos en
una oración de quietud y recogimiento. Donde “hay una fuente a la que viene el agua de su mismo nacimiento, que es
Dios”.
“Hay
una fuente de luz y voces,
de
aire y soles,
y
primaveras risueñas,
esperanzas
nuevas,
burbujeo
constante,
frescura
atrevida
y
genio.
Una
fuente en el mismo centro
de
mi espacio humano,
en
mi misma nada,
donde
se funde la angustia
con
el día,
la
esperanza con la magia.
Hay
una fuente de la que mana
amigo
llanto,
sonrisa
fácil,
poesía
hermana,
dolor
amado,
agua
sin fin
y
gozo”.
En las últimas moradas nos vamos
aproximando a la oración de unión, el sentido último y único de la vida es la
unión con Dios. Puede ser que no lleguemos a la perfecta unión de la Santa con
el Amado, pero si nos sentimos trabajadores o colaboradores de él ya es una
gran cosa.
Yo
he venido a trabajar para Dios,
no
lo sabía,
lo
descubrí una mañana,
de
luz muy clara
cuando
me dijiste sin palabras
que
me querías.
Lo
supe cuando me vi
plantada
a la orilla de un gran río de vida
y
me sentí hermana del paisaje,
dueña
de todos los colores,
llena
de savia y de risa.
Lo
comprobé cuando me enviaste
tantos
mensajeros,
con
sus mensajes de amor y de bienvenida,
y
me esperaste con tanta paciencia
en
mi misma orilla.
Lo
noté en las ganas
de
agua y luz
que
yo misma sentía,
y
en que toda la creación
parecía
un reflejo
de
mi vida”.
Nos queda la gratitud por estar en el
mismo camino que Santa Teresa, por avanzar y desesperarnos también como ella,
por ir abriendo esas estancias interiores, con mayor o menor consciencia y
saber que no podemos estropear nada porque siempre vamos de su mano y siempre
nos mira con bondad, como un enamorado.
“Existe
un Dios que está enamorado de mí,
viene
a mi puerta por las mañanas
y
me trae el regalo de su presencia,
de
su sonrisa y de su mirada.
A
él le gusta coger mi mano,
tocar
mi piel,
hablarme
claro,
y
me persigue por las esquinas
y
me ataja y me sorprende,
inventa
mil formas
para
decirme que él me quiere.
Me
lleva dentro,
me
mira hondo,
se
pone tierno,
me
tiende lazos,
envía
personas
que
me acaricien y den abrazos.
Tiene
en sus manos mi corazón,
nunca
se cansa de hablar conmigo
y
pinta las flores que aparecen en mi balcón.
Yo
le contemplo
y
me sonrío.”
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