domingo, 13 de septiembre de 2015

Con todo mi respeto (y 3)

Conforme avanzan las moradas entramos en una oración de quietud y recogimiento. Donde “hay una fuente a la que viene el agua de su mismo nacimiento, que es Dios”.

“Hay una fuente de luz y voces,
de aire y soles,
y primaveras risueñas,
esperanzas nuevas,
burbujeo constante,
frescura atrevida
y genio.
Una fuente en el mismo centro
de mi espacio humano,
en mi misma nada,
donde se funde la angustia
con el día,
la esperanza con la magia.
Hay una fuente de la que mana
amigo llanto,
sonrisa fácil,
poesía hermana,
dolor amado,
agua sin fin
y gozo”.

En las últimas moradas nos vamos aproximando a la oración de unión, el sentido último y único de la vida es la unión con Dios. Puede ser que no lleguemos a la perfecta unión de la Santa con el Amado, pero si nos sentimos trabajadores o colaboradores de él ya es una gran cosa.

Yo he venido a trabajar para Dios,
no lo sabía,
lo descubrí una mañana,
de luz muy clara
cuando me dijiste sin palabras
que me querías.
Lo supe cuando me vi
plantada a la orilla de un gran río de vida
y me sentí hermana del paisaje,
dueña de todos los colores,
llena de savia y de risa.
Lo comprobé cuando me enviaste
tantos mensajeros,
con sus mensajes de amor y de bienvenida,
y me esperaste con tanta paciencia
en mi misma orilla.
Lo noté en las ganas
de agua y luz
que yo misma sentía,
y en que toda la creación
parecía un reflejo
de mi vida”.

Nos queda la gratitud por estar en el mismo camino que Santa Teresa, por avanzar y desesperarnos también como ella, por ir abriendo esas estancias interiores, con mayor o menor consciencia y saber que no podemos estropear nada porque siempre vamos de su mano y siempre nos mira con bondad, como un enamorado.

“Existe un Dios que está enamorado de mí,
viene a mi puerta por las mañanas
y me trae el regalo de su presencia,
de su sonrisa y de su mirada.
A él le gusta coger mi mano,
tocar mi piel,
hablarme claro,
y me persigue por las esquinas
y me ataja y me sorprende,
inventa mil formas
para decirme que él me quiere.
Me lleva dentro,
me mira hondo,
se pone tierno,
me tiende lazos,
envía personas
que me acaricien y den abrazos.
Tiene en sus manos mi corazón,
nunca se cansa de hablar conmigo
y pinta las flores que aparecen en mi balcón.
Yo le contemplo

y me sonrío.”

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