Tienes lo que necesitas. No hay equivocaciones en tus suministros, en tu bagaje, en el contenido de tu mochila vital. Es decir, si no eres más guapo o más listo, no es un error del destino.
Posees exactamente lo que tienes que poseer. Y si te gustaría tener la fe de Santa Teresa, pues, sencillamente, ésa no es la tuya. La tuya es esta medianía que con un soplido se tambalea y que se apaga a temporadas.
La aceptación plena de lo que somos y de lo que tenemos, es esencial para disfrutar de lo que somos y de lo que tenemos.
Porque cuando te aceptas, y no te cargas de tensión por lo que no eres ni por lo que te falta, es decir, por tus carencias, empiezas a ver que no eres tan defectuoso, ni tan torpe, ni tan poquita cosa si la misma divinidad te habita, y se ha aliado contigo y te ha querido formar tal como eres en este momento.
Todo es cuestión de puntos de vista, o según el cristal con el que se mire. En una sociedad competitiva seguro que puedes ser el último en todo: en eficacia, en imagen, en rendimientos.
Pero en la estancia sagrada de tu corazón eres el primero para el Ser que se aloja en ti. Y si de verdad crees esto, ya te has salvado de la ignorancia, ya has resucitado a la vida de verdad, ya estás en el paraíso soñado, ahora.
Dejémonos invadir por la sensación de sentirnos y sabernos amados, que esa confianza penetre en todos nuestros rincones, porque es la que nos va a salvar de sentirnos fracasados o de segunda categoría. Es la que nos va a confirmar que no hay ningún error en nuestras vidas.
Porque la confianza nos va a dar las alas necesarias para sobrevolar nuestra pequeñez, y descubrir lo que hay más allá, lo que nos trasciende y nos mantiene en su amor a todas horas.
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